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La Armónica entra en tu casa

Grabación de disco

 

Habían pasado diez años desde que la Diputación Provincial de València impulsara la primera edición de la campaña Retrobem la nostra música. Año tras año, las bandas de música percibían una dotación económica si se sumaban a esta partida de ayudas, programando un concierto en el que se interpretasen obras de compositores valencianos. La propuesta se ha mantenido hasta nuestros días, y en la actualidad se sigue convocando de forma anual, bajo el nombre Excel·lent. Además de los conciertos y una nutrida programación formada por intervenciones de música de cámara, recitales, danza contemporánea, incluso entre ellas el Certamen Provincial de Bandas de Música, se realizaba una grabación de algunas de las composiciones que se iban sumando a una larga lista de partituras que conforman una colección única de 75 obras de compositores valencianos.

En 1991 se difundió una nueva edición en disco de vinilo, que había sido grabada durante los meses de noviembre y diciembre de 1990 por La Armónica de San Antonio. Esta edición, que correspondía a la número decimoprimera, estaba formada por la presentación de diversas piezas de compositores valencianos como Ramón Pastor, César Cano y Gonzalo Barrachina. En el documento adjunto del disco, se lee al Presidente de la Diputació, Francisco Blasco, y al Diputado de Cultura de ese momento, Joan Bravo Escuriet, quienes agradecían el esfuerzo que tanto las instituciones involucradas como la Sociedad Musical La Armónica de San Antonio, habían hecho para sacar adelante esta grabación y ser los intérpretes de este nuevo disco. 

La grabación estuvo conformada por tres obras, ordenadas del siguiente modo: la cara A del disco la ocupaba la suite sinfónica Ecos Levantinos, compuesta por Gonzalo Barrachina Sellés. El compositor valenciano nacido en Alcoi en 1869 organiza esta suite, en cuatro movimientos, con los que describe la tierra que lo vio nacer. A lo largo de la composición se puede imaginar el paisaje de la sierra de Mariola y la romería de San Cristóbal, que dotan al primer movimiento de un expresionismo musical evidente. En el segundo movimiento Canto de niños, una abuela canta a su nieto un cuento adormecedor. A lo largo de su tercer movimiento, La Trilla, se escuchan las onomatopeyas que se destilan al recoger la abundante cosecha. Finalmente, Danza característica, será el movimiento de mayor dificultad por su variedad de matices, acordes y que incluso contiene una fuga que representa la algarabía del baile popular.  

La cara B del disco está ocupada por dos obras de compositores contemporáneos, como Ramón Pastor y César Cano. 

Ramón Pastor, emplea el poema sinfónico Imatges de la mar, para ofrecernos un homenaje musical al mar de forma subjetiva y personal, donde imprime un sentimiento evocador de su vida a la orilla del mar en distintos momentos correspondidos con cada uno de los tres movimientos que componen el total de la obra: Primavera, el fil de la mar, Blau infinit i Orgia, dansa a la llum de la lluna.

La obra de César Cano Mondriana completa el disco. Su musicalidad es absolutamente distinta a las anteriores obras. El título de la composición hace referencia al pintor vanguardista Piet Mondrian. El compositor estructura la obra en series interválicas de doce sonidos y patrones rítmicos generados por la serie Fibonacci combinados con una melodía multidimensional de timbres, como cita el compositor, configurando un discurso rectilíneo y anguloso que se puede aproximar a la austeridad de la obra pictórica. La partitura fue un encargo de la Conselleria de Cultura de la Generalitat Valenciana para ser interpretada como obra obligada en el Certámen de Bandas Ciutat de València de la edición de 1988.  

Disco de vinilo Retrobem la nostra música. 1991

Para La Armónica y su director musical Jesús Perelló, interpretar estas obras de alto nivel y de elevada complejidad era un reto único que se presentaba por primera vez en esta entidad. El proyecto ponía en valor el trabajo de los músicos al mismo tiempo que generaba en la formación un paso más en el posicionamiento de la entidad dentro del ámbito bandístico de nuestra comarca. Aprender a grabar un programa musical no era algo sencillo y, pese a obtener un muy buen resultado como es evidente al escuchar el vinilo, el esfuerzo y la exigencia que demandaba la grabación han quedado también registradas en la memoria de algunos músicos. Así nos lo cuenta Juan Carlos Córdoba, quien fue uno de los que vivieron en presente ese momento.

Recuerdo que fuimos dos días prácticamente seguidos a los Estudios de Grabaciones Tabalet, que estaban en Alboraia. Después de muchos ensayos en San Antonio para preparar cada una de las obras nos fuimos hasta Alboraia donde estaba el estudio. Allí, prácticamente en medio de los campos de chufa, entre las huertas, en aquella casona aparentemente vieja por fuera, recuerdo que descargar todo el instrumental de percusión que llevábamos con nosotros. Las obras que tocamos eran complicadas, muy difíciles, en ese momento. Probablemente hoy en día estamos más acostumbrados a trabajar lenguajes musicales más próximos a alguna de las obras que se grabaron, sobre todo me refiero a “Mondriana”, que para mí era quizás la más compleja de las tres, por aquel entonces. 

Desde mi punto de vista, creo que la grabación es un proceso de trabajo que se enfoca de forma completamente distinto al que, como músico, haces cuando te enfrentas en cualquier concierto o certamen. En la grabación las obras se interpretaban por trozos, fragmentadas, y repitiendo una y otra vez, varias veces, o muchísimas veces hasta que todo salía correcto. Grabar resultaba ser hasta tedioso cuando llevabas transcurridas horas y horas tocando los mismos pasajes. Estábamos rodeados de micrófonos por todos los lados. Había tomas que no servían, otras buenas y algunas muy buenas, pero cuando menos te lo esperabas se escuchaba: “Cortamos, ha habido ruido”. Recuerdo que llegaba un momento en el que tocabas de forma cohibida, con una sensación de agobio porque querías que cada pasaje saliera lo mejor posible y sobre todo porque intentabas prevenir cualquier tipo de ruido que nos obligase a grabar de nuevo otra toma nueva más. He de decir que fue una experiencia muy interesante, que no se me olvidará. En ese momento era algo novedoso para todos los músicos y gracias a estas vivencias aprendes a valorar también otros aspectos que forman parte del todo de una banda de música. Es cierto que aprendes mucho. 

Realmente es una experiencia “chula” pero algo extraña y rara al mismo tiempo. A mí me gusta más tocar en directo

 

Juan Carlos Córdoba Murgui, trombón. S.M. La Armónica de San Antonio

 

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